Los botines anaranjados


El pibito apenas habla, pero sonríe y vive cada momento como único. Ojea el lugar, se acerca tímido al festival en el galpón de Baradero y Cluadio de Alas, corazón de Ingeniero Budge. Sabe lo que es esperar para lograr algo, que alguien le de sentido a su ansiado porvenir. Le pregunta a Laura -presidenta de la filial de Boca en LDZ- si se puede sacar una foto con ella. La reconoce por su corazón, por la entrega que hace con los pibes y pibas de las barriadas, por sus bosteritos de Budge y todo el sur. Quiere una foto con ella y su firma, para guardalo como si fuese un recordatorio de que alguna vez podría alcanzar su sueño, el sueño de todo pibe pobre, tener una casa `para su vieja, su mamá.

Y así arranca, despacio cada mañana con su mamá rumbo a lo desconocido de las calles, el barro, el frío o el calor de éste verano que quema hasta las plantas de los pies. ¿Zapatillas? ¿Qué es eso? hablame cosas reales, dame un pedazo de tortilla parrillera con chicharrón, que me la banco hasta la noche, porque mi vieja necesita que la ayude y puedo caminar con éstas chanclas de goma, con la suela desteñida y deshilachada de tanta patear el asfalto.

El pibito la mueve lindo, dice la mamá. Tiene la pilcha y todo el esplendor del jugador habilidoso, cara seria pero de sonrisa fácil y abrazo eterno. Está en las inferiores de Ñewells, en Lomas de Zamora, pero su sueño es jugar en Boca, y para éso se prepara, como lo hacen cientos de pibes y pibas de los barrios que ponen sus sueños en un par de piernas, en una cabeza que vuela alto, en un cuerpo que no desespera ante las injusticias porque creen en un futuro, el deporte, seguir jugando a la pelota hasta alcanzar la meta.

Sabe que tiene que estudiar, muchos clubes tienen sus colegios primarios y secundarios, porque la vida preparados y educados, es mucho mejor y con más posibilidades. No llegás al club, pero seguís en la vida.

Lo cierto es que el pibito de la barriada de Budge, delantero, que la mueve con ganas quiere unos botines, casi todos los tienen. Pero no logra comprarlos, porque la maldita moneda no alcanza siquiera para morfar. Sin embargo, el pibito como tantos otros olvidados del sistema se la rebusca para lograr su objetivo. Deja de lado mucho de su infancia de juegos, amigos, fiestas para salir a cartonear con su madre, por ésas calles calientes que no se sabe adonde te llevan. Y con la plata que juntó logró llegar a los botines, de color anaranjados como los quería, para que se vean, para que sueñen con él y espante a aquellos que quieren arrebatarle la pelota en su jugada, como si fuera que le arrebatasen su futuro.

Que vean los botines anaranjados, porque la pelota la van a ver adentro.

Entradas relacionadas

Deja tu comentario