Un informe del proyecto Alpha School, un conjunto de microescuelas privadas tecnológicas, demuestra como se impone en el sistema educativo de EEUU un modelo que despersonaliza con premios y castigos a estudiantes a través de un software con Inteligencia Artifical (IA).
Una niña educada de manera individual, frente a una pantalla. Matemáticas consistente en cálculos sin calculadora una y otra vez, sin cesar. hasta que la niña se cansa. En ése momento recibe un castigo del software de apredizaje personalizado: debe hacer el doble de ejercicios. Los padres se enteran y hablan con el «guía», otra IA que los asiste, y les reclama nuevamente que cumplan con los objetivos. El final era concreto: varias familias terminaron sacando del programa educativo a sus hjijos de ésos colegios. Sin embargo, lejos de hacer una autocrítica, los creadores del sistema apostaron por abrir más lugares de éste tipo de enseñanza que avanza por el mundo.
El software ideado para colegios con familias de bajo nivel de ingresos es el modelo elegido por el presidente norteamericano, Donal Trump para la educación del futuro. Mientras tanto, la reforma laboral y educativa que se trae el presidente argentino, Javier Milei ya tiene en la mira éste formato, más cuandso en éstos días hay una campaña anti sindical y una derogación de la Ley de Educación Nacional 26.206.
Qué busca ésta ley de libertad educativa
Entre otras definiciones, el proyecto habilita la educación en el hogar (el “home schooling”) como una de las “formas alternativas de enseñanza”, junto con la educación híbrida (que combina instancias presenciales y virtuales) y a distancia, sin establecer una edad mínima. Para la educación en casa, los estudiantes podrán acreditar sus aprendizajes “mediante exámenes periódicos”.
También autoriza a las provincias a ofrecer “enseñanza religiosa confesional” en las escuelas públicas de manera optativa y fuera del horario escolar. Y permite, junto con los planes de estudio “comunes” –los que se elaboran en los ministerios– la posibilidad de planes de estudio “propios”, diseñados por cada escuela. Además, declara la “esencialidad” de la educación básica –es decir que, ante cualquier medida de fuerza, deberá garantizarse la “continuidad mínima del servicio educativo”–.
El secretario de Educación, Carlos Torrendell, suele mencionar que las normas oficiales y documentos de organismos internacionales hacen referencia a la “equidad” y a la “calidad”, pero rara vez a la “libertad educativa”. El borrador de este proyecto hace referencia 27 veces a la “libertad”, por encima del “Estado” (mencionado 22 veces), que pasaría a tener un rol “subsidiario” al de las familias y la sociedad civil.
El primer capítulo establece los lineamientos ideológicos del proyecto. Allí se define el sistema educativo nacional como “el conjunto organizado de iniciativas y acciones educativas promovidas por la sociedad y el Estado”. Al mencionar los “principios” que organizan el sistema, nombra en primer lugar la “libertad educativa” (entendida como libertad de cada persona de enseñar y de aprender “conforme a sus propias convicciones”) y luego el “rol preferente de la familia” y la “subsidiariedad del Estado”.
Un artículo clave es el 37, que establece la “autonomía institucional y pedagógica” de las escuelas. Esa autonomía abarca “la facultad de definir su régimen de gobierno interno, elaborar planes de estudio propios”, establecer sus reglamentos, determinar su régimen de personal, administrar sus recursos y decidir sobre sus políticas de admisión, permanencia y disciplina. Para las escuelas estatales, se prevé una “transición progresiva hacia un esquema de gestión institucional autónoma” en donde la IA tiene lugar cuando así lo considere la empresa educativa. Por más que siga siendo gratuita, por el momento, el sistema imprimirá la búsqueda de consenso en las familias para decidir si quieren o no paros, reglamentos sindicales, u otros mecanismos de derechos laborales. La puerta está abierta a cualquier cosa, sin regulación estatal.

